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“Estamos tarde”

El llamado de Jaime Saavedra para recobrar la educación en el Perú

Publicado: 2023-04-19

Hay libros que pueden leerse en varios planos. “Estamos tarde” de Jaime Saavedra es uno de ellos. El libro contiene el testimonio de uno de nuestros principales expertos en educación. Pero ese testimonio llena además de contenido un momento en la historia en que pudimos definir una malla de políticas en educación como cuestión de Estado y de país, no solo de gobierno.

Jaime Saavedra, esto ha venido siendo recordado en estos días por todas las personas que le hemos entrevistado, ha sido el único ministro de nuestra historia que pasó, con absoluta continuidad, de un gobierno de centro izquierda, el de Ollanta Humala, a uno de derecha, el de Kuczynski. Habríamos querido que esta señal de continuidad, acaso imaginable pero aún no realizada en el MEF, solo ha sido posible en el BCR. Pero el BCR es a fin de cuentas un organismo constitucionalmente autónomo. Quizá habríamos pasado la barrera de la improvisación si después de la escena de un ministro que no tuvo la necesidad de hacer transferencia por el cambio de gobierno hubiéramos sido capaces de extender el ejemplo a otras áreas, al menos a salud e interior. Pero en lugar de notar lo que representaba ese cambio, que se produjo además a contra corriente de lo que ahora sabemos, eran las primeras señales de agotamiento del modelo iniciado con los acuerdos de la transición del año 2000 generamos el lado inverso: El parlamento de mayoría fujimorista de 2016 decidió censurarlo, solo para probar que podían hacerlo.

En “El páramo reformista” Eduardo Dargent reparó ya en todos los planos en los que esa censura representa un punto de quiebre en la historia post transicional del país. Pero lo que hace “Llegamos tarde” es saltar del sentido institucional de momento a lo que representó como experiencia de vida; como punto de inflexión en la historia de un colectivo de profesionales que aprendió a unirse en torno a un liderazgo y a un objetivo compartido: Establecer, sobre cosas que ya se estaban haciendo, una plataforma para sostener acciones de impacto en el tiempo.

El libro transita eneros tres planos: Si algo lo caracteriza es el salto del testimonio al momento institucional, y la descripción vivida de los factores que expresaron la tensión que produjo en el sistema enfrentarse a una posibilidad en forma de impregnarse de sentido público, al menos en un sector.

El libro de Jaime me convence de algo: Su censura fue la primera expresión del sesgo anti reformista que ahora campea en el Congreso.

Pero Jaime se apresura a salir al paso: La historia del desarrollo jamás es lineal. Tiene puntos de expansión y regresiones con las que hay que aprender a vivir. Con el recuerdo de otra imagen, el CADE de 2007, Jaime pone sobre la mesa su distancia con todo desaliento: No es imposible reforzar una reforma. Tampoco es imposible recuperarla. Lo que no tiene sentido es quedarse instalado en el desaliento.

En este libro Jaime recuerda historias de vida, rostros y nombres, para mostrar que el Estado no es solo un espacio de hiper burocratización repleta de cinismo. Es un espacio al que también concurren hombres y mujeres que exponen incluso la tranquilidad de sus vidas familiares por servir a los y las demás, por construir honestamente en dirección a mejorar la calidad de vida de personas en concreto, en este caso estudiantes.

Hay una manera de leer este libro resaltando esas imágenes de entusiasmo que contiene; las que le alentaron mientras estuvo al frente del ministerio de salud. Pero claro, un libro como este también puede ser leído encontrarlo un programa de reformas construido y re definido sobre fundamentos claros y sobre logros concretos. Un programa que puede ser retomado. El testimonio en este texto navega en todo momento hacia la evaluación de situaciones reales y la propuesta de soluciones institucionalmente agregativas.

Y por supuesto, el libro tiene un fondo conceptual. La igualdad absoluta es una aspiración, pero no un objetivo que pueda ser medido. Sin embargo la desigualdad es un indicador de injusticia. Eso significa que la acción política en sectores como la educación debe dirigirse a reducir en todo lo posible las brechas que expresan e incrementan la desigualdad. Y eso supone un Estado fuerte y organizado en perspectiva a asegurar resultados.

En la educación se juega el futuro de un país. No se trata solo de acceder a algún centro educativo sino de sentar las bases para un servicio de calidad. No se trata de asistir a clases sino de aprender. No se trata de multiplicar edificios sino de tener buenos maestros. Se trata de compensar asimetrías para poder generar igualdades y excelencia. Se trata de una formación que promueva el respeto, el equilibrio y la formación de memorias sociales, no una que sea indiferente a los sesgos que discriminan entre personas de distinto origen, de distintas zonas o de distinto género o condición. Se trata de la primera, de la secundaria y de las universidades. Y se trata de anular toda coartada que haga invisible los efectos que produce en este sector la rapiña que se instala pensando solo y únicamente en obtener ganancias especulativas de corto plazo sin aportar nada a los objetivos que deben definirse desde el Estado.

Las políticas de reforma no son gratuitas. Tienen un costo. Y la memoria de Jaime no deja pasar por alto lo que significa pelear por un presupuesto mínimamente equilibrado en un país poblado de desequilibrios, que sin embargo ha crecido.

“Un Estado que funcione es indispensable” (página 247); “la gente es lo más importante… La educación debe ser una sana obsesión” (página 19).

Nada más que decir. Creo que estas tres frases, tomadas del texto, justifican esta invitación para leer a Jaime Saavedra.


Escrito por

César Azabache

Conduce "Conversaciones desde la coyuntura" y "En Coyuntura".Tiene una columna de opinión en La República y publica en espacios digitales.


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