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Las economías criminales desde la mirada de Valdés, Basombrío y Vera

Publicado: 2023-03-23


Es difícil notar pararse frente a un país establecido al menos al 75% sobre una masa crítica informal y adoptar posiciones sin contar con mediciones o estimaciones que nos permitan mirar con algún nivel de detalle que contiene ese 75% que se nos muestra como no diferenciado. En la primera parte de los años 80 descubrimos que nuestras sociedades no caminaban como imaginamos hacia una modernidad tardía pero formalizada conforme a determinados cánones legales propios del Estado liberal. Si miramos las cosas como han pasado desde entonces veremos la insuficiencia de las ideaciones con las que intentamos pararnos frente a ese orden caótico que empezó a crecer. Fue un error representarnos la informalidad como un estadio previo de aspirantes a la formalidad que solo necesitaban que se remuevan determinadas trabas burocráticas para poder regularizarse. También fue un error representárnosla como un espacio en que podían configurarse una nueva expresión de movimientos populares. Casi 40 años después que emergieran las primeras expresiones visibles de ese algo distinto en que nos estamos convirtiendo parece evidente que no existe “una” informalidad, sino una serie de actividades y espacios diferenciados que se han expandido sobre su propios fundamentos al margen de un Estado que no solo está sobre burocratizado, sino que además es diminuto. La informalidad entonces es ahora nuestra forma de ser, una que articular procesos y actividades no reguladas o insuficientemente reguladas por el Estado con los espacios de extracción, producción e intercambio que si están integrados a los diminutos sistemas financiero y tributario y de comercio exterior.

Del reconocimiento de la informalidad como situación hemos pasado entonces a un momento en que la diferenciación es necesaria. Porque a la distancia los planos que se superponen en los que conforma nuestra situación (nuestro “ser situado”) se entremezclan y cualquier aproximación se torna de inmediato confusa.

Pues bien, el trabajo de Ricardo Valdés, Carlos Basombrío y Dante Vera, “Las economías criminales y su impacto en el Perú”, que ha sido publicado ya en una segunda edición (Lima, KA, CHS y USAID, 2022), constituye una pieza imprescindible para encontrar un primer nivel de diferenciación. Dentro de ese universo que a veces queremos representarnos como informe hay pisos completos de economías entrelazadas por territorios que están creciendo, que se alimentan de formas de explotación de mano de obra basadas en la trata de personas, que se protegen en base de mecanismos violentos que incluyen el asesinato y la extorsión, que habitan y se despliegan en un sistema basado en la invasión y el tráfico de tierras y que originan y circulan ganancias en circuitos en los que se lava activos. Todas estas actividades y sistemas transversales o comunes se alimentan y sostienen la tala ilegal, el contrabando, la minería ilegal o no formal, el tráfico ilícito de drogas y el tráfico de fauna y flora. Ricardo, Carlos y Dante abordan en esta segunda versión de su compilación 8 sectores de actividades criminales que desembocan en activos lavados, pero anuncian otros, que sin duda se irán incorporando a las entregas siguientes: la pesca ilegal, la piratería y el tráfico de migrantes.

Entre los hallazgos más importantes de esta entrega se encuentra el mayor peso relativo que en términos internos genera la minería ilegal respecto al narcotráfico. La diferencia es de US$ 1,791 millones contra US$ 1,080; prácticamente el doble. Es cierto que la mayor cantidad de fondos generados por el narcotráfico se acumulan y circulan en el exterior. Pero en términos internos esta diferencia constituye una evidencia que es preciso atender al momento de mirar cómo organizamos los sistemas internos de prevención no solo penal, sino especialmente política sobre la influencia que estas economías pueden generar sobre el sistema.

No estamos hablando de actividades marginales si observamos estas cifras y notamos la adscripción territorial asociadas a ellas.

La expansión de las economías ilegales está relacionada con factores endógenos, pero también exógenos que dificultan el abordaje. En cualquier caso el texto deja en evidencia que ignorar la dimensión que han adquirido estas economías importa tanto como hacer políticas a ciegas.

No tiene sentido invisibilizar una dimensión de la vida práctica del país que determinar tanto y de tan mala manera.


Escrito por

César Azabache

Conduce "Conversaciones desde la coyuntura" y "En Coyuntura".Tiene una columna de opinión en La República y publica en espacios digitales.


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