Creo que la necesidad de volver a pensar en lo que al menos hasta ahora hemos llamado “informalidad” se ha convertido en un apremio. Estamos de hecho en un momento en que predomina la incertidumbre sobre la forma de crear alguna plataforma de equilibro institucional mínimo que nos permita reorganizar el debate sobre lo público y lo justo en nuestra vida cotidiana. La distancia que media entre la “agenda de Lima” y “las prioridades de las ciudades del interior” es tal vez sea la pista más clara del lugar (o del espacio vacío) por el que debemos comenzar.
Entonces no toca comenzar pensando que todo está definido, sino al contrario, toca comenzar pensando que todo debe ser revisado. Y quizá en la historia de nuestros recientes pensadores, quien con más energía o persistencia buscó revisiones permanentes fue Carlos Franco (1939-2011).
Releer a Carlos Franco es un ejercicio fascinante. Me provoca, salvando las distancias, repetir una frase que alguna vez leí escribir sobre Foucault: “persuade, aunque no convenza”. La fórmula aplica creo para todo autor que acierta en las preguntas pero no siempre en los aterrizajes prácticos que desarrolla a partir de sus respuestas. La fascinación que produce Franco proviene de la enorme libertad con que transita de la intersubjetividad a las estructuras, para desde ahí preguntar. Y necesitamos más que nunca motores, herramientas, para volver a hacernos las preguntas principales, las que nos aclaren las rutas.
Buscando cómo aproximarme al autor encontré el estupendo ensayo de Martín Tanaka que ahora comento. Debo decir que este es uno de los magníficos ensayos que reunió Emma Zevallos Aguilar para el libro “Carlos Franco” (CEDEP 2012). Confieso haberlo elegido por dos razones: Martín es uno de los científicos sociales de nuestro medio que no escatima en usar sus herramientas teóricas fuera de la academia. Lo encontramos haciendo comentarios de coyuntura en el diario El Comercio y lo encontramos en apuestas institucionales prácticas como la que desarrolló el año 2019 con la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, de la que fue miembro. Pero además creo que Martín, en el cierre del ensayo publicado en “Carlos Franco” expuso una comprensión muy particular, diría personal de la obra del autor. Me refiere al uso de un fragmento de las palabras finales del autor en la conversación con Julio Cotler y Guillermo Rochabrun publicada en “Pretextos” en 1991: “Sinceramente, no veo cómo el país puede evolucionar en un sentido moderno y democrático si el significado que atribuimos a estas nociones se inspira en un discurso normativo-liberal o en las experiencias históricas del mundo desarrollado. Si así pensamos, resulta inevitable definir el país por lo que no es, por lo que carece, por lo que le falta. De ahí no hay sino un paso a la decepción, la angustia, la irritación contra él” (111).
En el ensayo Martín se aproxima a un Franco biográfico, un Franco de la vida práctica al que caracteriza por su aproximación a dos populismos, el de Velasco y el de García. Pero también al Franco teórico que resume en dos ejes: su aproximación a la “otra” modernidad y su persistente crítica al paradigma democrático. Las “controvertidas apuestas políticas de Franco”, como las llama Martín, me hicieron pensar que ciertos activismos en general, el populismo es uno de ellos, pueden renunciar al peso institucional del entorno en que deciden moverse a cambio de establecer o intentar establecer metas mínimas que encuentran urgentes. Martín cierra la frase “Las controvertidas apuestas políticas de Franco se justificaron siempre en nombre de la necesidad”. Espero no parecer ofensivo con esto, pero me resulta inevitable pensar que el populismo, en versiones críticas como la que Martín reconoce en Franco, puede dar origen a las mismas inconsistencias que usualmente atribuimos al neo liberalismo, su némesis: La renuncia a la revisión del entorno institucional en que nos movemos ha demostrado afectar el impacto de esas medidas mínimas a cambio de las cuales los activismos transan. Anotado.
Pero quiero detenerme en los dos ejes teóricos que describe Martín, y que atraviesan los ensayos del libro: La aproximación de Franco a lo que asumió era una “otra” modernidad y al paradigma democrático.
Para el primer de estos extremos Martín cita “Imágenes de la sociedad peruana: la ‘otra’ modernidad” (Lima CEDEP, 1991). Probablemente dentro del libro el ensayo que mejor caracterice la aproximación de Franco sea “Explotaciones…” (página 89 y ss.)1 Escrito en febrero de 1990 “Exploraciones…” es un ensayo que muestra a un Franco expectante en un momento en que los trabajos de Matos Mar y Hernando de Soto ya han sido puestos sobre la mesa. Es un Franco que encuentra “concluido el proceso de modernización de los 50” (Franco, 141); un Franco que encuentra que “la migración funda el proceso constitutivo de un sujeto moderno -la plebe urbana” (Franco, 143) que sin embargo “no ha elaborado aún “un discurso sobre sí misma y el país” ni ha creado “sus propios instrumentos políticos” ni “disputa la dirección de la sociedad ni participa en la definición del sentido mismo de la modernidad que hoy se discute” (Franco: 92). Franco reconoce en el ensayo que la cuestión del discurso conduce a una “ausencia” (Franco: 99). La “plebe urbana” de Franco, “no se ha ‘autobjetivado’, es decir, no ha organizado un discurso global sobre sí misma, la sociedad y el Estado en cuyo fundamento articule organizaciones, programas, estrategias de poder y compita por la conducción cultural y política del país”. “Al no producir ese discurso [continua] la fuerza popular que fue capaz de autoconstituirse como sujeto urbano, productivo, social y cultural no devino en sujeto político” (Ibid). Pero Franco considera el proceso abierto, y resume su entusiasmo en esta frase: “Lo que intuimos entonces es que puede estarse procesando en la plebe urbana el pasaje de la representación delegada a la autoreprescntación política, es decir, a la constitución de un discurso y de organizaciones políticas propias (103)
Franco presentó este ensayo en el verano de 1990, saliendo de un periodo de 10 años en que el sistema político insinúo su posibilidad de convertirse en algo semejante a tripartito; a poco de la instalación del primer periodo de Fujimori, que en 1992 canceló el esquema a tres bandas instalado luego de las elecciones de 1980. Martín corre la película: “Al final [nos dice], se trató de lo que podríamos considerar el último fracaso de sus apuestas políticas: como sabemos la esperanza de que de la ‘plebe urbana’ emergieran las bases de una sociedad alternativa terminó en la década de 1990 con la constatación de que los sectores populares urbanos terminaron siendo uno de los soportes más importantes del fujimorismo y de sus viejas prácticas autoritarias, caudillistas y clientelistas” (106)2.
La cuestión vuelve entonces sobre las formas que adquiere la política a partir de lo que Marco Martos había anticipado como un “desborde” y Franco veía como un campo abierto de posibilidades. Pero, continua ahora Martín, “Lo que podríamos llamar la última etapa de producción intelectual de Franco es la que lo conduce… [a] fundamentar una crítica de fondo a las maneras de pensar la democracia en nuestros países”. Las referencias pasan ahora a “Acerca del modo de pensar la democracia en América Latina” (Fundación Ebert, 1998) y “Reforma del Estado y régimen político….” (Propuesta ciudadana 2004).
Franco declaró su oposición a lo que llamó “la acrítica importación” del “régimen demoliberal” europeo occidental a América Latina. Martín concede a esta perspectiva la misma inspiración con que antes Franco había reaccionado contra “la importación acrítica” del marxismo en América Latina (107). En ambos casos la crítica supone un haber pasado por alto factores “histórico-culturales” que marcan diferencias entre los procesos de formación de las naciones. Citando “Pensar en otra democracia”, un texto de 1992, Martín nota que aun después del golpe de abril de ese año Franco pensaba que “la construcción democrática forma parte de los procesos culminatorios de la nación y el Estado nacional, del desarrollo económico autosostenido y del logro de una posición autónoma en la comunidad internacional” (107). Martín encuentra que desde esta forma de ver las cosas “tendríamos que reservar el nombre de democracias representativas a una forma de gobierno solo posible en el futuro, luego de resolver nuestros serios problemas de desigualdad” (110). Años después de este texto, dice Martín “dentro del paradigma democrático criticado se demostró que, sin dejar de manejarse una definición procedimental era perfectamente posible atender la preocupación por lo que hoy llamaríamos la ‘calidad’ dl la democracia y poner en agenda la necesidad de cambios ‘estructurales’” (109).
Cierro con una tercera confesión: llegue al ensayo de Martín buscando perspectivas para presentar a Franco. Y terminando el ejercicio, les invito a leer también a Martín.
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1. Solo en este párrafo las citas corresponden al ensayo de Carlos Franco.
2. Volvemos en las citas al ensayo de Martín Tanaka